sábado, 4 de diciembre de 2010

El mío es el dolor de cabeza

En ocasiones parece que los controladores áereos que rigen nuestras emociones convocan una huelga masiva y sin precedentes dejándanos el ánima en suspenso. Y es así que, cuando nos sentimos abatidos, doloridos y cansados, nuestro organismo da la señal de alarma y reproducimos síntomas tan variopintos y propios como lo son las huellas dactilares. Todos conocemos estos estados y cada cual lo resuelve (o no) desde sus recusos y limitaciones.

Es hoy un día en el que me apetece hablar del síntoma, ese gran protagonista de los clásicos "el pildorazo", "es mejor prevenir que curar y aún mejor disimular", "tápatelo que es una herida muy fea" y "¿síntoma? si yo te contara..." El gran olvidado en vademecums, DSM´s, consultas médicas y psiquiátricas, no por desconocimiento, sino porque parece que el sentido del síntoma aún es desconocido para el academicismo médico general.

El sentido del síntoma es el dar la señal de alarma de que un desequilibrio se está produciendo en el oragnismo. Ahora bien, aplacar el síntoma no equivale a equilibrar el organismo, sino que tan solo nos alivia temporalemente la molestia que esa alarma dichosa nos producía. El desequilibrio, el trastorno, sieguirá ahí en la mayoía de los casos, y buscará nuevas señales para manifestarse y avisar desde la profunda sabiduría del organismo. Y es que, nuestro cuerpo es sabio, nuestra razón no. Imbuidos por la baja capacidad de frustración, el temor al dolor y la desatención a nuestra biología, buscamos en las soluciones rápidas un método eficaz para "no pensar" o "dejar de sufrir". Basta urgar en nuestra "despensa médica" particular para encontrar los "acalladores" del dolor.

Lejos de suponer una molestia, el síntoma pretene avisarnos y prevenirnos de que algo va "mal" en nosotros, que algo merece ser mirado, tomado en cuenta. Hoy día a veces puede resultar difícil dedicar parte de nuestro tiempo a escuchar la voz de S.O.S, mientras vamos del trabajo a casa, de casa al súper, del súper al cole de los niños o a la reunión de vecinos, a la conferencia, a llevar el coche al taller, a tomar la cerveza con nuestros amigos o a redecorar el cuarto de estar. Díficil no significa imposible, díficil significa un mayor  esfuerzo.

Por supuesto que la tendencia actual, por fortuna y al menos en determinados sectores de la población, es la de fomentar la toma de conciencia del propio cuerpo, integrar psique y soma, entender de una vez por todas que somos un sistema holístico, completo y global, y que "así ocurre en el cielo como en la tierra". Si el controlador aéreo  que es nuestra cabeza decide irse de vacaciones, y nuestra emociones, fisiología y pensamientos se revuelven y agitan en la incertidumbre, no nos limitemos al ibuprofeno de turno, tomémonos el tiempo necesario para tender un puente hacia el diálogo con nuestro cuerpo.





Felices vacaciones.

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