Hoy, una de mis alumnas dijo:
"Es que yo ahora no tengo cerca a ningún niño"
Y otra compañera le respondió
"¿Cómo que no? ¿y tu niña interior?"
A veces nos cuesta mucho verlo, sentirlo y escucharlo. En ocasiones, incluso, aguzamos el oído y un leve rumor se eleva desde alguna parte de nosotros, muy dentro y muy profundo. Desde el lugar que le damos, a veces le cuesta hacerse presente. En nuestra rutina, nuestro hábito de hacer sin más queda lejos de establecer algún puente hacia el disfrute, a no ser que nos lo propongamos "en serio". Él o ella, sin embargo, encuentra disfrute en todo lo que hace e incluso elige muy bien aquello que hace para que le aporte alegría y placer. Salta, ríe sin motivo, llora cuando toca y te achucha si más. Cuando algo no le gusta no cabe la palabra "aguantarse" y eleva su imaginación para crear lugares y situaciones más potentes y no lo hace "en serio", lo hace en "divertido". Después, acude a los compañeros de juegos más oportunos y los hace sus aliados a la hora de correr riesgos, hacer proyectos y pasar juntos el tiempo libre.
Cuando está doliente sabe inventarse historias que le transportan a un lugar confortable y así el dolor se pasa mejor, porque también sabe que pasará y pronto jugará de nuevo. Cuando alguien le exige que haga se rebota, lo hace de mala gana si es que lo hace y siente frustración. Si por el contrario percibe que no le obligan, se encuentra más libre y en equilibrio, y cede el paso al adulto que hay en él. No tiene inconveniente en no estar ahí todo el tiempo siempre y cuando se le toma en el lugar que merece porque es consciente de quien es.
Cuando lleva mucho tiempo en la sombra pierde fuerza, carácter y magia; le cuesta un poco más salir a jugar y no se recupera tan pronto del dolor. También le resulta más difícil escoger a determinados aliados y su voz se torna más débil y difusa dentro del adulto que salió de él. A veces, si esto ocurre, la frustración es intolerable y se vuelve caprichoso, insolente y manipulador, porque se queda casi ciego y no ve otra forma de salir afuera. Entonces la represión puede ser aún más severa.
Sin embargo el niño que llevamos dentro es sabio también, y si simplemente le cedemos un huequito y captamos un poco la esencia de su ser, nos puede llevar de vuelta a casa.
Bienvenido sea en nuestro corazón, cuando en el largo camino que nos separa no nos haga falta más que chascar los dedos para que aparezca, sonriente y dispuesto a disfrutar, como siempre.
Gracias Laura, soy una fan de los niños interiores ( y de los exteriores ni te cuento...), tan importantes, tan especiales y tan olvidados a veces. Es una parte nuestra que atendamos o no, está. De nosotros depende hacia donde enfoquemos su poder y como tú muy bien dices su sabiduría.
ResponderEliminarUn besazo.
Gracias por tu escrito. Estoy un tanto removido( quien me conozca ,sabrá el motivo...)
ResponderEliminarYo soy fan de los niños exteriores( y de los interiores ni te cuento...)
Una coordenada en Y para seguir decubriendo/me
Un beso
Ser