miércoles, 13 de junio de 2012

Ego vs. Ser: la polaridad integrada


Carl Jung definió la sombra como: aspectos ocultos o inconscientes de uno mismo, tanto positivos como negativos, que el ego ha reprimido o nunca ha reconocido. La sombra es un problema moral que desafía a toda la personalidad del ego, pues nadie puede tomar conciencia de la sombra sin esfuerzo moral considerable. Tomar conciencia de ella significa reconocer como actuales y reales los aspectos oscuros de la personalidad (tomado de Lexicon Jungiano de Daryl Sharp). Es decir, tomar conciencia implica reconocer estos aspectos.


Todos tenemos una sombra. Nuestra sombra se activará, se mantendrá y crecerá mientras nosotros sobre-actuemos y disfracemos nuestro Ser. El desconocimiento de nuestra parte oscura no constituye más que el mantenimiento del punto ciego que nos aleja de las posibilidades de ser y hacer en auténtica libertad (porque si re-conocemos, somos libres de elegir).

Cuanto más reprimimos los aspectos que no nos gustan de nosotros, más aparecen éstos a nuestro alrededor, ya sea en los amigos, en la pareja, en los compañeros de trabajo… y es que la energía de la sombra no desaparece por más que nos lo propongamos; sólo puede que reaparezca con más fuerza la próxima ocasión si la seguimos negando y rechazando.

Todo aquello que representa la polaridad de lo deseado, lo idealizado, no nos resulta muchas veces más que los despojos de un “yo” que rechazamos. Lo bueno y lo deseable lo colocamos en la fantasía de lo que podríamos ser (focalizando nuestra atención en lo que nos reporta placer inmediato, euforia o alegría pasajera), que puede representar lo que “a mí me gustaría ser” o en lo que "los demás quieren que yo sea".

Así, mientras que no tomamos como parte de nosotros lo rechazado, no podemos tampoco “ser” plenamente. A veces el ego se mantiene insuflado a base de introyectos o creencias de lo que es mejor, de lo que se espera de uno o de lo que se está obligado a hacer. Otras veces pensamos que la mejor versión de nosotros mismos es una persona sabia, correcta, buena pareja, buena amiga, buen hijo/a, trabajadora dedicada, mejor estudiante, aún mejor amante, incansable, hiperactiva…(es posible que os identifiquéis con alguno de estos ejemplos, o quizá con otros digáis “ah no, ¡yo nunca!”). Si nos apegamos a alguna de estas ideas sobre nosotros mismos podemos cegarnos a otras posibilidades de hacer. También con ello contribuimos a una ceguera colectiva. Por ejemplo, si Luis se considera siempre como una persona conocedora, sabia y experimentada que viene de vuelta de todo, no se permitirá ser ignorante y se cerrará la puerta a aprender cosas nuevas. Sin embargo, si no sabe algo y lo pregunta (superando así la barrera del miedo a que otros le consideren un ignorante) se abre la puerta a aprender. 

Necesitamos contextualizar nuestras acciones. Cuando actuamos desde la repetición o desde lo que deberíamos hacer, decir o sentir estamos manteniendo la inflexibilidad y la quietud. Creemos que nos va a ir bien, que nos protegemos de algo peor que las consecuencias de actuar de forma limitada. No es más que nuestro miedo impidiéndonos crecer, abrirnos, expandirnos, sin darnos cuenta de nuestro sufrimiento cada vez más patente. Y es aquí donde estamos actuando desde la mente, polarizada y egoica, en lugar de actuar desde el auténtico Ser, libre y en movimiento, ligero de equipaje (de miedos, frustraciones...)

La autenticidad en este punto sería la aceptación a contemplar todas las distintas partes de uno, al mismo tiempo que adoptamos la responsabilidad sobre nuestro Ser. Y siendo el reconocimiento de uno mismo una gran responsabilidad, también es el camino hacia la libertad y la paz interior.

Como me gusta decir: "La vida es el baile vibrante y hermoso entre la luz y la oscuridad".

(Extracto de mi conferencia La integración del ser y la superación de la dualidad, 29 de marzo de 2012)

viernes, 17 de febrero de 2012

El pequeño acto de la sencillez


Es sencillo. Quizá sólo baste con un beso al despertar, una sonrisa al mirarte al espejo, una caricia en tu propio rostro. Sólo el pequeño acto de levantarse cada mañana puede encerrar todo un regalo de ternura hacia ti mismo.

Sentir la frescura del agua, la suave sensación del calor en tu piel, vestirte un poquito más despacio hoy, puede ser un acto también de comunicación con tus emociones, tus sensaciones y tus pensamientos.

Tomarte un tiempo durante el día para visualizar tus anhelos, tus deseos, para recordar aquello que te reconforta y te sosiega cuando te sientes vencido, cansado. Ése puede ser un acto de amor hacia ti mismo.

Encontrarte con tus amigos, escuchar a alguien que necesita ser escuchado, compartir una confidencia o telefonear a tus seres queridos, incluso decir “buenas tardes” a alguien a quien no conoces puede ser un acto de amor hacia los demás.

Elevar la mirada y contemplar la vista mientras se transita por el bullicio, hacer una breve parada en aquel lugar pintoresco ajeno al ajetreo de la cotidianeidad, puede ser el acto de buscar la belleza aún cuando se piensa que ésta es difícil de encontrar.

Reducir el paso y disfrutar del paseo sintiendo cómo tu corazón se aquieta y la celeridad se apaga puede ser el acto de disfrutar de tu momento.

Salir al campo, sentir tus pasos firmes bajo tus pies y el aroma de la vegetación, puede ser el acto de estar en contacto con la naturaleza.

Y al final del día, meditar acerca de lo acontecido, evocar con afecto lo que se ha tenido y perdido, los pasos que se han dado, o pensar en aquellos que están a nuestro lado y pronunciar suavemente gracias, puede ser el pequeño-gran acto de vivir la vida.

Feliz tarde.

jueves, 26 de enero de 2012

Los 40 ladrones

De vez en cuando recurro a la lectura por algo más que por puro placer y entretenimiento, a veces busco deliberadamente ideas e inspiración. Esta tarde he querido tomarme un lapsus de tiempo para la lectura con este último fin y me ha alegrado encontrar en el libro de Verena Kast Alí Babá y los cuarenta ladrones (Editorial Desclée de Brouwer, 1989) lo que escribo a continuación:

"El empobrecimiento intrapsíquico de las personas no se debe únicamente a que adopten una actitud falsa frente a la vida; en algún lugar encontraremos siempre algunas fuerzas rapaces que están robando aquello que no les pertenece." - Y aquí me paro para aclarar que no voy a reflexionar sobre política, y que no es mi intención analizar el panorama actual al menos por ahora. - .

¿Qué nos puebla la mente, el alma y el corazón? ¿Qué fuerzas habitan en nuestro interior que no reconocemos pero de la que sí advertimos su efecto?

el texto continúa así: "Si tenemos la impresión de que cada vez nos van quedando menos energías para vivir y que perdemos la ilusión en aquello que hacemos y que antes realizábamos sin dificultades, es que nos ha llegado la hora de iniciar la búsqueda de los ladrones, de buscar esas parcelas rapaces que existen y actúan en nosotros, y que se escapan a nuestro control consciente".

La aportación de esta autora con el estudio de este cuento tan conocido señala claramente la influencia y el poder de cada una de las características intrapsíquicas que en mayor o menor medida nos gobiernan. Dicho así, puede parecer que tenemos fuerzas internas que nos asustan, que nos debilitan o que nos alienan. Es así. En cada uno de nosotros se representan diferentes parcelas que plasmamos en arquetipos, en metáforas, personajes, roles o papeles diferentes. El ladrón, el héroe, el malvado, el asesino y una larga lista de nombres que nos permite poner fuera aquello que llevamos dentro. Es motivo de reflexión cómo somos capaces de rechazar-nos tanto y/o vanagloriar-nos tanto, cómo repartimos bien y mal, como nos limitamos estrechando nuestras miras y nuestro comportamiento, mientras dejamos pasar la vida, la energía se agota, las ilusiones se alejan.

Me surge la pregunta de cuántos seres queridos, conocidos y gente cercana puede estar sufriendo, sintiéndose dentro de un atolladero sin salida, experimentando cómo las fuerzas menos reconocidas, los ladrones, les atemorizan y cohartan, porque además, ¡son 40!. Siento tristeza por esta energía que nos asola a muchos y de la que cuesta desapegarse.

Alí Babá, cuenta la historia, cuando vió aparecer a los 40 ladrones se escondió en lo alto de un árbol; desde allí contempló a los ladrones, fuertes y rudos, entrar y salir de la cueva secreta. Se sentía a salvo, protegido entre las ramas y las frondosas hojas de la mirada de los ladrones, mientras que él no los perdía de vista. Cuando el peligro que intuía pasó, pudo bajar del árbol, no antes.

"(...) Reflexionar sobre nuestra propia vida puede proporcionarnos serenidad: podemos comparar nuestra vida con el árbol que ha crecido y se ha desarrollado llegando a ser lo que es (...) quizá incluso caigamos en la cuenta de que un árbol logra crecer tanto en los buenos como en los malos tiempos."

Que tengáis una feliz semana.

miércoles, 18 de enero de 2012

Lo generativo de lo extraño

¿Por qué a veces - o a menudo- nos cuesta tanto trabajo cambiar situaciones, modos de hacer o de relacionarnos, que nos perjudican - y perjudican- tanto? Por qué es tan común (y más en estos tiempos) "lo malo conocido que lo bueno por conocer"?

En Psicología se ha investigado mucho sobre las reacciones humanas ante estímulos que nos resultan peligrosos o amenazantes; existen tres respuestas: la huída (la evitación del estímulo peligroso), el bloqueo o el afrontamiento. Si un perro me sorprende en una calle de noche y me gruñe y enseña los dientes sin denotar amabilidad por su parte lo más natural es que yo huya de la escena.

Las situaciones de incertidumbre, de extrañeza, a menudo traen ligadas emociones y sentimientos diversos como son la confusión o el miedo. El temor ante lo desconocido nos puede paralizar, desbordar. No es más que una respuesta normal y natural del ser humano. 

Sin embargo, no llegamos a plantearnos qué se esconde tras una situación nueva, desconocida, y sobre todo, qué nos puede aportar de beneficioso en nuestras vidas. la falta de información puede consitutir un elemento disuasorio a la hora de asumir nuevos retos. El exceso de información orientado a reflejar sólo una parte de la realidad, también, porque evidencia la carencia de otro tipo de información.

Las oportunidades a menudo se esconden en la incertidumbre, en lo poco habitual. Cuando nos comportamos de la misma forma, cuando actuamos y repetimos conductas estereotipadas que estamos acostumbrados a hacer, vamos a encontrar lo mismo de siempre, vamos a generar las mismas cosas. Nos proporciona seguridad. A menudo incluso, ante un problema tratamos de dar repetidamente la misma solución sin éxito. Nos defendemos de lo nuevo y nos bloqueamos, nuestra energía se interrumpe y nos agotamos. Esperamos a que "las cosas cambien" y que el mundo haga por nosotros lo que sentimos que no podemos hacer por nosotros mismos.

Invito a la reflexión conjunta, a la apertura de nuestros sentidos y nuestra intuición. La sensibilidad puesta al servicio de la toma de conciencia nos puede permitir hallar en lo desconocido modos nuevos de hacer, formas diferentes y ricas de actuar. Focalicemos nuestra energía en aprovechar las oportunidades allí donde aún no hemos buscado.

Que tengáis una excelente semana.

domingo, 22 de mayo de 2011

Encontrándome

Como llevo un tiempo en modo "gratitud" he dejado otras actuaciones al margen desde hace algún tiempo. Sin embargo, ahora tomo conciencia de la importancia de mis escritos públicos para retomar la fluidez en la comunicación de lo que surge de mí hacia los otros, como una manera más de mostrarme en el mundo.

Y precisamente ahora pienso en esa fluidez en la comunicación y cómo estar en contacto conmigo me facilita el camino que transito hacia los demás. Tan importante es ese contacto genuino que me hace capaz de transmitir de forma auténtica mis emociones, sentimientos, deseos e ideas. A veces este contacto es sutil en la conciencia, porque cuando estoy habituada a ejercitarlo ya no hace falta que lo haga como una acción voluntaria, sino que simplemente se produce. En otras ocasiones, cuando me alejo de mí y no me percato de mis necesidades, me voy de viaje y no estoy ni para mí ni para nadie. Es entonces cuando me quiero llenar de artificios, distracciones y banalidades. Me olvido sin conciencia de todo lo que soy y sólo reacciono a lo que pasa a mi alrededor, desde el otro lado del velo que pongo ante mis ojos.

Cuando me canso de todo eso, comienzo a ver las señales de tanto trasiego y es entonces que vuelvo, a veces a tientas, al camino que dejé plagado de miguitas para recordar como llegar a casa. Vulevo más o menos dolorida, más o menos "perjudicada" o simplemente con experiencias de lo que significa estar en el otro lado. Siento que sólo tengo ganas de mirarme y estar conmigo de nuevo. Estoy un tiempo recogida, y después nuevas sensaciones me inundan cuando por fin permito que las emociones aparezcan. Y cuando las vías de la emoción y la razón se acortan sé que estoy de vuelta.

Después es cuando estoy en mí, centrada y orientada, y desde lo que soy puedo y quiero estar con los demás. Tengo la buena fortuna de encontrarme cada vez más con personas con las que me relaciono desde lo que somos. Una maestra mía, Susi, dijo una vez algo así: "cuando por fin nos quitamos la máscara, es cuando nos relacionamos con personas que tampoco la llevan". 

En este momento mi máscara, pintada de colores y con mirada lánguida, reposa sobre el butacón de la esquina, aburrida y cubierta de polvo, a la espera de otra ocasión, quizá de otra piel distinta que la vista. La miro con ternura porque ha tenido su función, y la guardo en su sitio, para que tampoco se me olvide.

martes, 15 de marzo de 2011

Gratitud

Hace poco he leído un artículo sobre la gratitud y en él la autora (Jenny Moix) afirma que "agradecer es reconocer: si no apreciamos lo bueno que nos pasa, no podemos estar agradecidos" ¿cuándo apreciamos esto? pues la autora cita un estudio en el que se compararon puntuaciones de un test sobre emociones positivas antes y después del 11S; los resultados revelaron que sentimientos positivos como espiritualidad, amabilidad, esperanza o gratitud habían aumentado en puntuación en la población de estudio.

No es de extrañar. Los sucesos de los últimos días en Japón nos tienen en vilo y aún más después de las crudas imágenes en las que la fuerza de la Naturaleza arrasa con todo a su paso. A este lado del mundo, percibiendo como lejano o no lo que sucede en aquel país, nos sentimos influidos por tan magna sucesión de acontecimientos destructivos y, ¿acaso no se nos ha pasado por la cabeza "que me quede como estoy"? (a pesar de la crisis, etecé, etecé...)

Dar gracias significa reconocer lo que tenemos, lo que recibimos y lo que damos. El agua caliente de la ducha, la taza de café, dinero para gasolina y coche donde echarla... son pequeñas cosas que llenan nuestro día a día y las damos por supuestas, sin reparar apenas en su valor.

Estar agradecido es no dar por hecho que esto o aquello lo tengo porque sí. Agradecido es también agradecerse uno mismo estar en el mundo para poder disfrutar de las pequeñas cosas, para ganárselas. Gratitud no es más que la forma, el nombre que le damos a ese valor que a veces no incorporamos lo suficiente en nuestras vidas y que se sitúa al otro extremo de la soberbia y el exceso de orgullo, esperando en la sombra a ser mencionado en alguna conversación de tintes espirituales o existenciales. No es necesario entonces sacarla del armario, la gratitud no es disfraz que adorna nuestros más elevados deseos. Está mucho más cerca de lo cotidiano si sabemos cómo integrarla

Es posible mostrar gratitud también a las pequeñas y grandes cosas que cada día nos demuestran que estamos vivos y a las que no agradeceríamos su existencia en mil años, incluidos los madrugones, el mal humor, el tráfico, los niños que chillan y tiran petardos en Fallas (sí, a ellos también) e incluso gracias a los días que no me apetece dar gracias, porque eso forma parte de la "cara fea" que hace más bonita, apetecible y valiosa la otra. 

Esta mañana, entre el cielo plomizo y en una tregua de la lluvia, el sol arrancó un jirón de nubes para mostrar su cara y saludar. Gracias sin duda, a la lluvia por recordarnos el valor de la luz del sol, entre otras cosas.

sábado, 19 de febrero de 2011

Cuando negocio conmigo misma


Cuando negocio conmigo misma las cosas van bien; donde hubo conflicto se muestra la resolución, la tempestad precede a la calma, el desasosiego se traduce en serenidad.

Cuando negocio conmigo misma siento que estoy haciendo algo constructivo por mí, que mis capacidades se amplían y se desarrolla mi potencial creativo. Siento que doy una oportunidad a esa parte de mí que quiere y se quiere.
Cuando negocio conmigo misma veo que a mi alrededor se abre un abanico de posibilidades, que las cosas que antes aparecían entre sombras o tras cortinas de humo, se presentan deslumbrantes y más claras que nunca. Un arcoiris se forma tras la lluvia y me ofrece su paleta de colores para mezclar como más me gusta.

Cuando negocio conmigo misma oigo campanas al vuelo, tambores, violines y guitarras que componen nuevas sinfonías, escucho palabras que me motivan desde lo más profundo de mí.

Y además, cuando negocio conmigo misma actúo con libertad, apaciguo guerras sin sentido que mi razón sin mi corazón emprende, apago hogueras que mi corazón sin mi razón prende, me siento más ligera que ayer, me permito soltar lo que me sobra y tomar lo que me llena, y también me nutro de la fuente inagotable que habita en ese lugar tan conocido y a veces poco explorado que es mi fuerza interior.

Por todo ello y por muchas cosas más, elijo negociar conmigo, ahora que ya sé que la lucha era una pérdida de tiempo. Hoy prefiero viajar a mejores puertos, donde puedo encontrarme con aquellos que como yo, una día aprendieron a negociar.