lunes, 13 de septiembre de 2010

La dificultad de ser "humano" y no una chelonia

La angustia, el dolor, la tristeza, la ira... emociones y sentimientos que nos incomodan, que consideramos negativos y tratamos de evitar por todos los medios. Es como si tratáramos de eliminar los días de lluvia o las coles de bruselas. Tantas cosas podemos llegar a leer o escuchar sobre los “afectos negativos”, emociones y estados de ánimo proscritos por la razón. La era de la conciencia implicará que hayamos aceptado que nuestras emociones son adaptativas, necesarias y provechosas. Son lo que nos hace ser seres humanos, máquinas imperfectas provistas de redes neuronales, que nos conectan y nos cortocircuitan a veces cuando intentamos entender, cuando sólo se trata de sentir. Mejor nos iría quizá si, nos propusiéramos sentir más y entender menos.

Hace poco leí que el verdadero conocimiento, el duradero, se produce a nivel inconsciente. No es una locura si pensamos que el 95% de la información de nuestro entorno es captada por nuestro inconsciente y sólo un 5% por nuestra mente consciente. Cuando sentimos tristeza, nuestro cerebro consciente puede intentar decirnos ¡no, no lo hagas, eso no está bien! Y así tratar de evitar experimentar la emoción, contactar de verdad con lo que me ocurre. Si no escuchamos la sabiduría de nuestro organismo (relegada y archivada en grandes almacenes, llenos de telarañas, clasificada como “información confidencial: mente inconsciente”) nos perdemos gran parte de la información acerca de nosotros mismos y nuestras emociones. Quizá esa información fue sustituida en el pasado por otra que nos pareció mejor, más útil y más fácil, aunque con un coste muy superior; aquella que nos sirvió para escapar, huir o dejar de enfrentar las situaciones, la que nos ayudo a creer que guarecernos bajo capas del grosor del caparazón de una tortuga de las Galápagos nos aseguraría la supervivencia. Creer que eso es lo que somos, puede ser más doloroso que enfrentarnos a la verdad de nuestra naturaleza, la que está en nuestro interior.

Gilbert K. Chesterton, escritor británico, dijo “la habilidad moderna no consiste en esconder la emoción, sino en afectarla”. Dejarnos afectar por la emoción, es, sin duda hoy por hoy, un acto de valentía.

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