lunes, 6 de septiembre de 2010

Enquistamiento vs. acción

    Cuando buscamos realizar nuestros deseos, a menudo nos encontramos en callejones sin salida que nos impiden llevar a cabo aquellas acciones decisivas para nosotros y nuestra vida. Nuestras ideas, nuestros pensamientos y deseos, mueven energía en nuestro interior. Existen diversos factores que contribuyen al “enquistamiento”, es decir, a dejar nuestra energía fija en un punto interno de nosotros mismos sin que se produzca un movimiento natural de fluidez hacia fuera, de conversión de esa energía en una acción.
La retroflexión es un mecanismo de defensa que utilizamos los seres humanos para impedir que la energía vaya hacia fuera, con lo que la invertimos hacia adentro. Llamo enquistamiento a la concentración de esa energía en el interior. Poniendo un ejemplo de cómo se lleva a cabo este proceso, si tú deseas decirle a la señora que se te cuela en la pescadería “señora, es mi turno, no el suyo” y sin embargo te quedas callado con la frase en la punta de la legua, impidiendo expresar tu deseo verbalmente (por razones que expondré a continuación) notas que la sangre te bulle, se te sube el enfado hasta las orejas y hasta puedes oler el humo que te sale por la coronilla. La imagen no es muy alagüeña sin duda, y recuerda a los dibujos animados. Pues algo tan simple como reclamar el turno en un comercio, puede suponer un verdadero quebradero de cabeza. Todo está en el valor que le damos a cada situación en relación con nuestros propios mecanismos de acción (o no acción).

Me parece sumamente importante desde el punto de vista psicológico el fenómeno del enquistamiento y sus consecuencias a medio y corto plazo. ¿Qué factores influyen en el enquistamiento de la energía?

·    Temor a las consecuencias imaginadas: en nuestra fantasía (esa zona intermedia, pesada y pegajosa que se extiende entre nosotros y la realidad) imaginamos consecuencias catastróficas producto de nuestros actos. En el caso del turno de la pescadería, podrías pensar que ante tu comentario, se te quebraría la voz, o quedarías como un borde delante de la pescadera, o que la señora a la que se lo dices te insulta, os enzarzáis en una pelea, o que llama a su primo el de zumosol… puede resultar gracioso, pero las consecuencias imaginadas son uno de los principales motivos por los que frenamos nuestra acción y revertimos la energía que debía ser liberada.
·    Creencias limitadoras: quizá pienses que decirle algo a la señora que se te cuela no merece la pena (mientras tu enfado sigue creciendo dentro de tí); o quizá piensas que tú mereces que se te cuelen en la pescadería (aún peor). Lo que pensamos acerca del mundo o de nosotros mismos en torno a lo que hacemos es decisivo para llevar a cabo la acción que equilibre nuestra energía.
·    Retroflexión: como dije, este mecanismo revierte la energía hacia el interior, favoreciendo el enquistamiento. La energía hacia adentro sigue siendo energía (no se destruye, sólo se transforma) aunque desviada de la diana que le corresponde. Si colocamos una diana errónea en nuestro interior, desviamos la energía vuelta hacia nosotros, alterando el equilibrio natural. Si nos enfadamos con nosotros mismos porque la señora se ha colado en la pescadería, ¡voilá!, ahí está el ejemplo perfecto de retroflexión.

Como hemos visto, somos capaces de imaginar consecuencias desastrosas de nuestras acciones, podemos activar creencias que nos limitan y podemos hacernos diana de nuestra ira furibunda. Lo que nos diferencia de las serpientes es que si nos mordemos la lengua, es que nosotros sí nos envenenamos, porque no somos autoinmunes. Podemos ser nuestro peor enemigo, y no es exagerado. Podemos encontrar ejemplos como el del turno de la pescadería en nuestra vida diaria, sólo hay que pensar un poco y seguro que se nos ocurrirá algo. ¿Ya tienes el tuyo? Pues piensa ahora en las auténticas consecuencias que tiene “no actuar”. Acuérdate de cómo te sentiste, quizá pensaste lo injustos que fueron otros y lo injusto que fuiste tú contigo mismo por permitirlo. Quizá te sentiste limitado por tu miedo, cuando quisiste expresarte como eras. Quizá quisiste coger un pincel pero dudaste de tu arte, o quisiste cantar pero no entonaste ninguna nota, o te diste cuenta de que querías escribir y no te atreviste. Créeme, esa energía se quedó en algún lugar de tu interior, sin hacerte ningún bien. Una de las consecuencias del enquistamiento es la fijación, antagónica del movimiento. El equilibrio del organismo es movimiento, si no observa cómo haces la digestión. Seguro que reconoces que se produce un movimiento natural de ingestión y digestión que acaba en la expulsión. Pues con lo demás pasa lo mismo, si generamos algo en nuestro interior, y somos capaces de encontrar la salida más adecuada a ello, cumplimos con el ciclo homeostático. Mientras que, cuando algo se enquista, está ocupando un lugar en el organismo que no le corresponde, por lo tanto, ese lugar de nosotros enferma. Enfermar en el cuerpo o en la mente es lo mismo, somos nosotros los que enfermamos y es igual de perjudicial.

1 comentario:

  1. A mi me pasa eso a veces, quiero hacer algo pero luego no sé por qué me lo impido, y acabo estando peor que si lo hubiera hecho. Una buena explicación de por qué nos sentimos incómodos y enfadados a veces sin recordar por qué

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